miércoles, 12 de agosto de 2020

UNIVERSIDAD: LAS RESIDENCIAS Y EL COVID-19



Una vez pasados los meses de confinamiento inicial debido al covid-19, y con muchas dudas sobre el futuro, corresponde a las residencias asumir su nuevo rol en el bienestar de los estudiantes que deben incorporarse a la universidad en octubre dentro del marco impuesto por la “nueva normalidad”.
Un rol que ha cobrado importancia en los últimos años. A finales de 2019 existían 1.040 residencias universitarias y colegios mayores en España, con un total de 94.057 plazas. En total, son 31 centros y 5.922 plazas más que en el año 2016. Y el desarrollo de proyectos continúa: se esperan 2.600 camas más en 2020 y unas 8.400 más en 2021, hasta alcanzar las 105.000 plazas, aproximadamente.
Cada vez más estudiantes optan por este tipo de alojamiento durante sus años universitarios, un periodo clave para ellos a nivel académico y personal. Y los profesionales del sector son conscientes de lo importante que es acompañarlos en ese proceso. El covid-19 ha cambiado muchas cosas, pero no esa. En la situación actual es más importante si cabe que les faciliten la convivencia y la experiencia universitaria en un marco estable y seguro.
Hasta ahora, muchas residencias han respondido con prontitud a la situación y han incorporado medidas estrictas de higiene y seguridad en sus instalaciones: uso de gel alcohólico y mascarillas, limitación de visitas externas, higiene exhaustiva, medidas de distanciamiento social en los espacios comunes y cierre de algunas zonas. También han ofrecido fechas de reserva flexibles, ante la inseguridad a la que se enfrentan las familias de cara al próximo curso académico.
¿Qué se va a hacer a partir de aquí? Eso dependerá del tipo de enseñanza que impongan las universidades para 2020-2021. Si se impone un modelo híbrido (presencial y virtual), los estudiantes pasarán mucho tiempo en las instalaciones y las residencias deben garantizar la fluidez de este sistema.
Las nuevas residencias cuentan con potentes redes de wifi, tanto en las habitaciones como en todas las zonas comunes, que facilitarán la transición a la enseñanza semipresencial.
Además, el hecho de que los universitarios vivan en un complejo solo para estudiantes, mejora el control de esas “burbujas de convivencia” estables que se pretenden establecer en muchos centros educativos. Por ejemplo, se puede localizar en una misma zona de la residencia a todos aquellos que asistan a clases presenciales en un determinado turno. Difícil de gestionar, pero no imposible.
El control de posibles focos también es más fácil en el entorno de la residencia universitaria que si los estudiantes viven en un piso de alquiler, en un edificio donde puede haber otros grupos sociales de más riesgo. Es importante garantizar a las familias que confían en dejar a sus hijos en una residencia que se introducen protocolos de identificación, asistencia y seguimiento en caso de que se den casos de covid-19 en el recinto.
Esto es relevante de cara a los estudiantes extranjeros, ya que las medidas adoptadas serán las que contribuyan a dar confianza a los padres y madres que decidan mandar a sus hijos a universidades españolas y busquen un alojamiento seguro.
Hay que tener en cuenta que España recibió durante el curso 2018-2019 cerca de 140.000 estudiantes internacionales, de los cuales unos 58.000 fueron a través de programas de movilidad, principalmente Erasmus. Se espera un descenso de los alumnos que acepten las becas Erasmus para el primer semestre, pero éstos probablemente aumentarán de nuevo durante el segundo semestre, una vez que la situación sea más estable.
Y aunque es previsible un impacto en la llegada de estudiantes de los principales países emisores no europeos (debido a las restricciones a la movilidad), el atractivo y el prestigio de las universidades españolas en los países latinoamericanos, sumados a la devaluación de las monedas locales por la crisis, convierte a España en un destino más competitivo frente a otras alternativas como EEUU y Gran Bretaña.
Ya sea para los estudiantes nacionales como para los internacionales, la residencia constituye parte integral de la vivencia universitaria. En las circunstancias actuales, saldrán reforzadas aquellas residencias que asuman sin dudas su papel de “cuidadoras” de los residentes. Serán aquellas que limiten aforos e instauren medidas de higiene continua en habitaciones, zonas de trabajo, bibliotecas y áreas de ocio; formen a sus profesionales para velar por el bienestar mental y físico de los estudiantes en el desafío que supone la crisis; organicen actividades sociales virtuales, y aseguren los ya mencionados protocolos de control de casos de coronavirus.
Además de situaciones difíciles y a veces dolorosas, todas las crisis conllevan mejoras importantes. Y ésta no será una excepción para el sector de las residencias de estudiantes.

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